Recuerdo tu rostro con semblante molesto y el movimiento rápido y casi automático de tus labios que dejaban escapar sólo insultos que parecían rebotar entre aquellas cuatro paredes de frío cemento... Desvié mi vista hasta el pequeño hilo de luz casi sin fuerza que entraba por las cortinas entreabiertas, estaba atardeciendo.
Los minutos pasaban y tus palabras se incrustaban en mi piel como filosos cuchillos, y yo... Me desangraba en lágrimas de dolor, de ese dolor profundo, ese que sientes cuando has abierto los ojos, cuando sabes que ya se acabó todo.
Me había cansado, sentía que ya no podía resistir mas, que todo el amor que te tenía no era tan fuerte como para soportar todo lo que estabas diciendo, levanté mi mano de forma casi inconsciente, dándote golpes llenos de rabia y frustración, dejando escapar todo ese amor muerto y desgastado, ahogándome en un "cállate" que ni siquiera yo misma pude oír, que te imploraba con dolor que te detuvieras, que ya no hicieras más daño...
Hubo un silencio de un par de segundos, más insultos, toda esa rabia en tu mirada.
Te pusiste de pie, me tomaste, me remeciste, presionaste mis muñecas entre tus manos hasta que estas quedaron marcadas en mi piel, me empujaste con fuerza contra la fría pared, que ahora parecía más fría que antes, más fría que nunca... Escuché el golpe seco de mis huesos contra la muralla, mientras tu boca no se callaba en ningún momento, recuerdo haber rasgado la camiseta que llevabas puesta durante el forcejeo, recuerdo que esto te enojó aún más, me sentía como un juguete en tus manos, dejé descansar mi espalda en la pared, levanté la vista para ver tus ojos, que ya no eran los que recordaba, los que alguna vez había amado... Tu puño sobre mi pecho fue lo último que sentí, tan fuerte que en un acto involuntario una de mis manos se elevó con rapidez, como si algo se hubiese quebrado y desprendido dentro de mi.
Te sentaste nuevamente a una distancia muy corta de donde me encontraba, yo sentía que ya no era dueña de mi, sentía mis lágrimas derramarse por montones sin poder hacer nada, mi cuerpo entero temblaba y el recuerdo dulce y protector de mi madre cruzó por mi mente. "Perdóname mamá" pensé, "Perdóname por nunca haberte escuchado".
Tu mirada cambió de la rabia a la lástima mientras mis enrojecidos brazos no eran mas que dos cosas sin vida que se extendían a ambos costados de mi cuerpo, me miraste a los ojos, te acercaste y contrario a todo el bien que solían hacerme tus caricias, esta vez sentí que me quemaban, dolían, todo en mi era un inmenso dolor en ese momento, rechacé tu contacto, una sensación parecida al miedo inundó mi ser, me quedé ahí un buen rato, lo suficiente para recuperar las fuerzas y ponerme de pie, estabas llorando, "perdóname" dijiste, crucé el umbral de la puerta cargando un frío rotundo sobre mis espaldas, parte de mi había muerto dentro de esas cuatro paredes, parte de mí jamás volvió a ser la misma después de eso.